martes, 17 de febrero de 2009

Una visita inesperada

Sonó el telefonillo, lo cual me extraño porque no esperaba visitas. Era el portero que con apenas un susurro me avisó: está subiendo. Me temí lo peor. Esperé ante la puerta hasta que el timbrazo me sobresaltó. Era un hombre de mediana edad, ni alto ni bajo, y tal y como me temía llevaba una carta certificada.
No pude reprimir una mueca de terror al ver el membrete de la carta, ante lo cual, el cartero con una sonrisa que parecía pedir perdón musitó: yo sólo hago mi trabajo, firme aquí. Tras firmar con un gesto vacilante, cerré la puerta tras de mí sin acordarme despedirme del cartero, del verdugo.
Con el corazón aún palpitante, y las manos temblorosas intenté abrir la carta, evitando tocar el membrete, como si me pudiera contagiar algo.
Las palabras se agolpaban ante mis ojos, y mis labios se movían inquietos intentando desentrañarlas. Tras leerla varias veces suspiré aliviada: era una carta de Hacienda, pero para decir que me tienen que devolver 22.62 euros.

Y con una sonrisa recordé el chiste del maestro Forges, donde Bogart acodado en la barra del piano dice: Tócala otra vez, Sam. Y Sam canta: Le sale a devolver... le sale a devolver....

5 comentarios:

Anso dijo...

¿una carta certificada a casa? ¿sin tener q ir a buscarla a correos con el papelito?

Definitivamente, tenemos una frontera en medio.

Rustis dijo...

¡¡¡¡en Asturias también nos llegan a casa!!!!

Hija, me recuerdas el relato aquel de embrutecidos... ;-)
qué miedito das a veces

Reithor dijo...

Llegan a casa a la hora en la que no hay nadie.

¿No le dejaste llamar dos veces?

Cuchufletas en Vinagre dijo...

Antes era mejor, que me las traían por paloma mensajera. En el caso de cartas de Hacienda era buitres carroñeros (porque pueden transportar más, malpensados)

AAaaaa dijo...

jope, no se puede leer esto cuando aun estás entre los brazos de Morfeo y la programación java...que susto